LA CIUDAD, PAISAJE INVISIBLE
PAISAJE Y MIRADA
En las definiciones canónicas, el
paisaje se nos presenta como una realidad física, engendrada por el diálogo
secular entre el entorno natural y la actividad humana, tal como es percibido
por la colectividad y los individuos que la integran. (...) el paisaje precisa,
para existir, de la mirada.
"Un
trozo de naturaleza es realmente una
contradicción interna; la naturaleza no tiene ningún trozo, es la unidad de un
todo, y en el instante en que algo se trocea a partir de ella no es ya
naturaleza, puesto que precisamente sólo puede ser naturaleza en el interior de aquella unidad sin fronteras trazadas,
como ola de aquella gran corriente global."
Georg
Simmel
"La
naturaleza, que en su ser y sentido nada sabe de individualidad, es
reconstruida por la mirada del hombre que divide y que conforma lo dividido en
unidades aisladas, en la correspondiente individualidad paisaje."
Georg
Simmel
La mirada delimitadora, la
separación de una parte de la naturaleza para encuadrarla en un horizonte
visual momentáneo o duradero, es por ello consustancial al mismo concepto de
paisaje, sin la cual no existiría.
"El
paisaje existe en tanto en cuanto hay quien lo mira, quien sabe darle un
significado, sacarlo del indiferente mundo de la naturaleza y elevarlo al de la
cultura."
Eugenio
Turri
Si la existencia misma del
paisaje depende de la mirada, puede afirmarse que, en principio, hay tantos
paisajes posibles como miradas se dirijan hacia el entorno.
"...así,
el paisaje del geógrafo, que busca en la superficie la explicación causal de
las dinámicas de fondo, diferirá del paisaje del arquitecto, preocupado,
sobretodo, por la composición de los elementos que lo integran; y el paisaje
del campesino, jurídico y productivista, contrastará con la visión teológica
del eremita."
Francois
Beguin
La filosofía de la percepción ha
venido a problematizar incluso la misma noción de la mirada, tanto por lo que
se refiere al sujeto como al objeto.
Definimos el paisaje como un
entorno percibido, pero ambas (la definición de entorno y la de mirada)
nos resultan complejas y polisémicas. Es a partir de esta aproximación
problematizadora de nuestra percepción que quisiera proponer la noción de que
la ciudad es, en buena medida, un paisaje invisible. Y lo es, a mi entender, en
un doble sentido: en primer lugar, porque se trata de un paisaje oculto, que no
se muestra, más latente que patente; en segundo lugar, porque la ciudad,
definida como lugar de convivencia creativa de usos y de personas diversas, es
hoy, ante todo, un proyecto de paisaje futuro.
LA CIUDAD, PAISAJE LATENTE
La ciudad, por su naturaleza,
pertenece a la categoría de paisajes que pueden ser concebidos y sentidos, pero
no pueden ser vistos.
"Tengo
yo ahora en torno mío hasta dos docenas de robles graves y de fresnos gentiles.
¿Es esto un bosque? Ciertamente que no; estos son los árboles que veo de un
bosque. El bosque verdadero se compone de los árboles que no veo. El bosque es
una naturaleza invisible -por eso en todos los idiomas conserva su halo de
misterio."
Ortega
y Gasset
"Los
árboles no dejan ver el bosque, y gracias a que así es, en efecto, el bosque
existe. La misión de los árboles patentes es hacer latente el resto de ellos, y
sólo cuando nos hallamos dado perfecta cuenta de que el paisaje visible está
ocultando otros paisajes invisibles, nos sentimos dentro del bosque."
Ortega
y Gasset
Esta característica de paisaje
latente, intrínsecamente invisible, también es aplicable a la ciudad: la altura
de los edificios no nos permite ver la ciudad.
No es sólo la imposibilidad de
abarcarla con la mirada lo que hace a la ciudad un paisaje latente, sino
también la forma como la ciudad es usada. En efecto, la tendencia a la
ampliación de las áreas urbanas para integrar territorios siempre más vastos,
la creciente especialización funcional de los lugares y el incremento de la
segregación urbana de los grupos sociales -es decir, de las dinámicas
principales de la urbanización contemporánea- se conjugan para hacer que la
mayoría de los ciudadanos tengan una visión cotidiana muy reducida y selectiva
de los espacios urbanos en los que viven.
Un ejemplo: Francois Maspero.
Viajero habitual al Extremo Oriente, protagonista de docenas de expediciones a
los lugares más remotos del planeta, un día, a finales de los años ochenta,
partiendo una vez más hacia una ciudad lejana, se da cuenta de que desconoce lo
que hay detrás de cada una de las estaciones del metro que le lleva al
aeropuerto. Partes extensísimas de la ciudad en que vive se han mantenido
invisibles para él, puesto que jamás las ha visitado. Concebirá así la idea de
realizar un viaje de exploración por los paisajes de la banlieue parisina que
dará lugar a un bellísimo libro, Les passagers de Roissy-Express. Y su aventura
empezará, precisamente, con la constatación de que hoy, en las grandes urbes:
"El
espacio no existe más que bajo la forma de páginas escogidas. En la región
parisina uno ya no viaja. Se desplaza. Salta de un punto a otro. Lo que hay
entremedio es el espacio-tiempo indiferenciado del trayecto en tren o en
automóvil; un continuo gris que nada vincula al mundo exterior."
Francois
Maspero
El carácter fragmentario de la
experiencia urbana contemporánea contribuye a hacer invisible el paisaje urbano
y comporta que, para cada uno, la ciudad no exista más que a través de una
selección de lugares.
"Ya
pueden publicar estadísticas y contar la población en cientos de miles, porque
para cada hombre una ciudad no consiste en más que unas pocas calles, unas
pocas casas, unas pocas personas."
Graham
Greene
Otra razón por la que el paisaje
urbano es, ante todo, un paisaje latente: la sensación de riesgo que hoy ha
venido a ser consustancial con el uso de la ciudad. Una sensación que resulta
difícilmente compartible para muchos con la curiosidad y, por lo tanto, con la
voluntad de ampliar su visión del espacio.
La curiosidad se dirige así
exclusivamente hacia aquellos lugares que cada uno considera seguros y desde
donde el entorno -paisaje- puede ser observado sin riesgo. Esto incluye también
la voluntad de gozar de la posición de fuerza, es decir, de la posibilidad de
ver sin ser visto, hurtando a la mirada pública el espacio que uno quiere
conservar seguro.
LA CIUDAD, PAISAJE FUTURO.
Hay todavía otro argumento por el
que podemos considerar a la ciudad como un paisaje invisible: en la actualidad,
la ciudad es ante todo un proyecto de futuro, un paisaje existente sólo en
ciernes.
El paisaje urbano tiende a
desaparecer no sólo por la dispersión de la ciudad, sino también por el hecho
de que, al mismo tiempo que la urbanización se derrama sobre el territorio, los
lugares se especializan funcionalmente y los grupos sociales se separan entre
sí.
La urbanización substituye a la
ciudad.
El paisaje urbano pierde el
atributo de ser un espacio compartido por personas y grupos sociales diversos
que conviven.
La segregación de los grupos
sociales sobre el espacio y su mutua invisibilidad, por ejemplo, ha sido una de
las características dominantes del proceso de urbanización capitalista desde
hace largo tiempo.
Este proceso ha transformado
radicalmente la imagen urbana, y en muchos casos ha generado paisajes cuyos
valores patrimoniales, ambientales y hasta estéticos o simbólicos tienden a
verse reducidos a la mínima expresión. El espacio urbano actual será paisaje
-paisaje banal, empobrecido, desolado- pero no es ciudad. La ciudad, si por
ella entendemos espacio de convivencia de usos y personas diversas, tiende a
desaparecer y por ello deviene paisaje invisible.
Hoy, en muchos lugares, la
ciudad, más que una realidad tangible, sólo puede ser un proyecto de paisaje
futuro.
Oriol Nel-lo
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