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ZONZO


Andare a Zonzo (deambular) es un instrumento estético con el que explorar y transformar la ciudad actual. Caminando y perdiéndose, el hombre paleolítico empezó a construir el paisaje natural que le rodeaba, y caminando y perdiéndose, en el último siglo, se han formado las categorías con las que interpretar los paisajes urbanos en los que vivimos. 

Caminar, en realidad, en muchos casos puede sustituir a proyectar, es la acción que ha permitido al hombre dar nombre a los lugares, formarse una geografía propia, realizar una primera transformación simbólica del territorio. Caminar cartografiando es la forma del proyecto nómada. 


Como todas las ciudades imaginarias, Zonzo hunde sus raíces en la realidad: es la ciudad nómada que vive en la ciudad sedentaria, es la ciudad del errar sin meta, del perder tiempo y del hallar espacios. Es un lugar que nace con la misma idea de ciudad pero que sólo ha comenzado a ser “visible” hacia finales del siglo XIX, con la crisis de la representación artística tradicional y con la consolidación de la ciudad industrial de la que Zonzo es de hecho el reverso de la medalla, ya que es el lugar donde “encuentran sitio” sus desechos. 

En principio era la ciudad del flaneur descrito por Baudelaire y de Benjamín, aquél holgazán que se pierde entre los escaparates de los bulevares y las nuevas arquitecturas de hierro del París finisecular. Pero enseguida se transforma en aquel “otro sitio” que en París se encontraba entre la périferie extérieure y la intérieure y que en francés se llama justamente la zone

Es probable que Zonzo provenga etimológicamente de esta zone, que sea una repetición onomatopéyica y casi chamánica de zon-zon, o sea de “ir a la zone”, un lugar exótico donde reina el azar, donde encontrar extraños objetos y tener encuentros inesperados. Es aquí donde en 1927 George Lacombe rueda el filme La Zone, una zona en los lindes de la modernidad y que vive en un estado de continua transformación entrópica representada en el filme por un fluir ininterrumpido de basura de la que se nutre y vive toda la humanidad desvalida. 

También en los años veinte, Zonzo es objeto de las “visitas” de los dadá y de las “deambulaciones” de los surrealistas, que declaran la existencia de “lugares banales” y de “lugares inconscientes” que hay que explorar al igual que en la mente; lugares en los que intervenir con una actitud nómada: visitándolos a pie y sin dejar rastros, sin dejar obras. 

Las calles de Zonzo serán después recorridas por los letristas y los situacionistas quienes, en la década de 1950 y a través de la subversiva théorie de la dérive, descubren una ciudad “lúdica” y "nómada” que se opone a la homologación del proyecto moderno y a la sociedad del espectáculo. 

Hoy son cada vez más numerosos los investigadores que van a explorar Zonzo. El (co)laboratorio de arte urbano Stalker , asociado al Observatorio Nómada , trata de revelar sus lagunas caminando por ellas. A través de la práctica de la “transurbancia” recorre los espacios “vacíos” escapados al control de los paisajistas y de los urbanistas, espacios inciertos e indeterminados que, como amnesias urbanas, constituyen el proyecto inconsciente de la ciudad. 

Además de los grandes “vacíos urbanos”, que pronto estarán saturados por la especulación inmobiliaria o, en el mejor de los casos, acabarán convertidos en parques por la manía recalificadora y zurcidora de las administraciones (como si estos espacios no disfrutasen de su propia “calidad” y no pudiesen vivir en un sistema de “rotos”), existen de hecho vacíos propiamente nómadas que proceden de los territorios de pasto extraurbanos.

Caminando sin rumbo fijo emergen del territorio nuevas preguntas y nuevas respuestas a cuestiones irresueltas de la ciudad actual, sobre la naturaleza de los nuevos espacios públicos y sobre las nuevas comunidades que los habitan. 

Como la acción del caminar cartografiando del paleolítico, hoy la transurbancia sigue siendo un instrumento que, justamente por su intrínseca característica de simultánea lectura y escritura del espacio, se presta a escuchar y a interactuar en la mutabilidad de estos lugares, a intervenir en su continuo devenir, en el aquí y ahora de las transformaciones, compartiendo desde dentro las dudas y las mutaciones de los espacios que cotidianamente ponen en cuestión el proyecto contemporáneo.





Francesco Careri

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