lunes



LAS PISCINAS ABANDONADAS

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El día de las piscinas desperté temprano y pedí prestada la bicicleta de Edu, quien me recibiera durante esa semana de Fragua en una casa que compartía con Joche y Vicente, ubicada en el sector de Torobayo. La jornada anterior me había enterado de la existencia de unas piscinas abandonadas a un costado del puente Caucau y me había resuelto a pedalear hasta allá. Esa mañana habíamos quedado en reunirnos a primera hora, tanto con el grupo del workshop Migración/Colonialismo como con algunos dirigentes de la asociación de ex presos políticos que serían nuestros guías, en las afueras de la Ex Cárcel Modelo de Isla Teja en Valdivia, recientemente declarada Monumento Nacional el año 2017.


Salí de Torobayo pedaleando por la carretera que une Valdivia con Niebla. Al llegar al puente Río Cruces, que desde su construcción en los años ochenta conecta este sector de Torobayo con la Isla Teja, pude apreciar este hermoso lugar que abre paso al Santuario de la Naturaleza Carlos Andwanter. El puente, de unos 500 metros de largo, comienza con una subida hasta llegar en la mitad a su punto más alto, permitiendo de esta forma el paso al tránsito fluvial, en ocasiones grandes barcos provenientes de los astilleros de la ciudad río arriba. Al alcanzar la cima del puente me detuve bajo el cielo despejado y el río calmo como un gran espejo de agua, duplicando en el horizonte el contorno de los humedales y las continuidades arbóreas de los bosques de la ribera, para luego continuar el descenso hacia el otro lado del río.


El terremoto y maremoto del año sesenta transforman la geografía de la ciudad y Valdivia desciende un promedio de dos metros, siendo extensos terrenos agrícolas anegados por las aguas hasta el día de hoy, propiciando en gran medida el característico ecosistema acuático de estos paisajes hundidos. Esta visión del paisaje remite a un tema que mencionarán los ex presos políticos esa mañana, y es que, en su lucha por conseguir la declaración de monumento nacional, enfrentados a la coyuntura territorial de este espacio que hoy se ha transformado en un lugar de enorme plusvalía para la especulación inmobiliaria, sostuvieron especial tensión con este sector económico, que se valió de su influencia política para tensionar e impedir dicha declaración, precisamente a razón de que el paño que ocupa la cárcel es de sumo interés por ubicarse al borde del río. De hecho, recorriendo el recinto penal pude apreciar que todo el costado que da hacia el río es un gran muro que sólo tiene los marcos de hormigón armado, siendo el resto una estructura metálica que permite la percepción costera y la visión de las aguas.


La presión inmobiliaria en la isla generó a su vez conflicto en los terrenos aledaños a este recinto, hace más de diez años reclamados por la Comunidad Coliñir Lof Wapi, quienes acusan la entrega del Nguillatuwe, complejo histórico-cultural emplazado en estos terrenos. En su lucha sostenida con autoridades de Bienes Nacionales, que durante el primer mandato de Sebastián Piñera pusieron en venta el sitio, el complejo cultural de Isla Teja no fue vendido gracias a que la comunidad interpuso un recurso de protección.


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A partir de las nueve de la mañana fuimos llegando a un bandejón en los estacionamientos exteriores de la cárcel, lugar donde se instaló una importante leyenda junto a un mapa con los hitos de la memoria por los derechos humanos en la región de Los Ríos. Alrededor de esta leyenda fueron plantados una serie de árboles nativos, siendo cada árbol atado a una madera blanca con el nombre y fecha de nacimiento y muerte de una víctima de la dictadura vinculada al recinto, por lo cual el bandejón adquiría la imagen de un cementerio (entre otros destacaba el nombre del joven Director de Prisiones Littré Quiroga, quien liderara la implementación de esta cárcel modelo y fuera brutalmente acribillado a balazos en el Estadio Chile, días después del golpe, convirtiéndose en mártir de gendarmería).


Una vez hechas las presentaciones de cada uno de los presentes, nuestros anfitriones (en particular Oscar Retamal y Pedro Mella, presidente y secretario de la agrupación de ex presidiarios políticos) comenzaron por contarnos sobre el lugar y la memoria de los que aquí estuvieron presos. Durante la jornada se conversó sobre su lucha permanente por conservar este sitio, inmueble simbólico donde vivieran los peores años de sus vidas, manifestando su deseo para convertirlo en un centro de recuperación de la memoria, los derechos humanos y el patrimonio histórico de la Región de Los Ríos, buscando también resignificar su perfil, otorgando un nuevo valor a este espacio de dolor y transformarlo en un lugar para el arte y la cultura. Finalmente, luego de un exhaustivo recorrido por lo que es el inmueble declarado monumento, cerramos la mañana nuevamente en las afueras del recinto, sosteniendo un emotivo diálogo grupal con los que fueran nuestros guías en este recorrido.


Es así que la jornada daría cuenta de una relación entre el pasado y el presente y si durante la mañana el recorrido se centró en el inmueble histórico declarado monumento, durante la tarde quedamos en recorrer los recintos de la cárcel funcional, puesto que el monumento se encuentra inserto dentro de lo que todavía funciona como un recinto penal, recorriendo esta vez con el apoyo de Gendarmería las dependencias del centro de educación y trabajo, en donde los internos cumplen su condena con una modalidad alternativa que les permite desarrollar diversas actividades, generando recursos monetarios para enviar a sus familias como trabajar en la panadería y en sus huertos. Conocidos son por su producción de lechugas hidropónicas, vendidas a un conocido supermercado de la isla y en la fabricación de pan, con una sala equipada para producir hasta 400 kilos diarios, los cuales son distribuidos a diferentes panaderías y comercios valdivianos.


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Durante la jornada de la tarde pude recorrer Isla Teja y llegar al puente de Caucau y a las piscinas vacías. El puente, de tipo levadizo o basculante, primero de su tipo en el país, concentró la atención de los medios a nivel nacional, equiparándolo en atención al puente de Chacao en la Región de Los Lagos, que pretende unir el continente con la Isla de Chiloé. Aunque en gran medida la verdadera razón de este interés por el Caucau se debiera a que sus constructores habían instalado mal los brazos mecánicos, provocando millonarias pérdidas y siendo noticia internacional, convirtiendo el puente mismo en la mayor atracción turística fluvial de Valdivia en su momento.


Así como la construcción del puente Río Cruces permitió terminar con el prolongado aislamiento de la zona costera, de gran belleza natural y grandes perspectivas económicas, la construcción del Caucau, que conecta las áreas de Isla Teja con Las Ánimas, trata de la importancia de los puentes como elemento urbano en la constitución de los territorios, siendo a nivel local largamente esperado para reducir la congestión y dar solución a la conectividad entre los sectores norte y poniente de Valdivia, evitando el paso por el centro de la ciudad.


Sin embargo, tras la construcción del puente este sector se ha vuelto un terreno muy cotizado por las inmobiliarias, en un contexto en que parte importante de los humedales valdivianos se fueron convirtiendo con los años en verdaderos basurales, donde particulares y empresas iban a depositar escombros y basura, siendo rellenados con los desechos eliminados de terrenos colindantes para la construcción de viviendas y loteos irregulares. Además, las categorías de protección de zonas húmedas no han sido aplicadas a la totalidad de los espacios naturales que cumplen con dicha condición, quedando importantes sectores desprotegidos y expuestos a la presión urbanística e inmobiliaria, expresada en la ampliación del límite urbano y en la construcción de obras viales sobre zonas de gran valor ecológico.


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Pedaleando sobre el puente pude ver las piscinas. Dos grandes rectángulos vacíos en un terreno baldío y parcelado al borde del río. La piscina, ese objeto suntuario y símbolo lujoso del estilo de vida despreocupado que el mercado nos intenta vender, responde primitivamente al miedo y terror al agua, por eso es un empeño y signo propio de la civilización, la piscina como el intento técnico por domesticar el agua.


Mucho antes de las complicaciones en la instalación de este puente, la historia de las piscinas en este lugar cuenta de un proyecto fallido en relación a la creación de una laguna natural situada justo detrás de ellas. El complejo recreativo diseñado por Joseph Koller, dueño de la empresa del mismo nombre, dedicada a la creación de lagunas para el embellecimiento de entornos naturales, no logró ver la luz tras un problema de filtración, debido a lo cual estas piscinas jamás funcionaron como tales, constituyendo más bien un caso de lo que se conoce como ruinas instantáneas: construcciones que devienen en ruinas antes de terminar de ser construidas.


Además de la creación de lagunas, conociendo la existencia de una gran cantidad de terrenos urbanos no aprovechados en la zona, desde el año 2000 Koller inicia una nueva línea de negocios en la ciudad, dedicándose al movimiento de tierra en general y especializándose en la recuperación de terrenos inundados, a lo que esta empresa se dedica con vasta experiencia, contando para ello con bombas de extracción especializadas en cursos de aguas embancadas por sedimento o material vegetal.


El hecho de que estas piscinas vacías pertenezcan a una empresa dedicada a la extracción de agua y recuperación de terrenos inundados reafirma la idea de lo que estas ruinas pudieran representar en este enclave del territorio. Si bien parte del terreno perteneciente al proyecto de las piscinas fue expropiado para la construcción del puente, las condiciones de visibilidad de las piscinas a un costado de esta infraestructura han potenciado su valor público, aun tratándose de un recinto privado, siendo cotidianamente expuestas en una ruta de tránsito a la mirada e imaginario del ciudadano.


Contemplando las piscinas vacías, contenedoras de una espacialidad crítica que anima a la reflexión, varias preguntas pasan por mi mente: ¿Qué podrían significar estas ruinas posicionadas en este enclave del camino? ¿Cuáles son las causas y los efectos de la degradación y desaparición de los humedales urbanos en la ciudad de Valdivia? ¿De qué forma la indignación ciudadana activada tras el desastre de Celco puede generar efectos en las políticas públicas de planificación y gestión territorial sobre la manera en la que se integran los humedales en la ciudad?


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Cuando pienso en las razones que me atrajeron hacia estas piscinas no puedo evitar declarar mi interés en particular por este tipo de ruinas, con las cuales me ha tocado trabajar en el pasado. Desde el punto de vista del workshop Migración/Colonialismo del día anterior, donde hicimos un recorrido por una serie de bustos y monumentos en la zona céntrica, pienso en las piscinas vacías como elemento de los paisajes del agua propicio para ver la ciudad a través de una contra-memoria, revelando la potencia de ciertos espacios a contramano, un poco fuera de los circuitos turístico-culturales de la ciudad.


Las preguntas que instalan las piscinas dicen relación con las concepciones que se establecen entre el agua y los seres humanos, relaciones dispares entre el mundo indígena y el chileno. Desde la perspectiva indígena el agua tiene un carácter sagrado, fundando su relación con el agua en un diálogo recíproco donde el fluir pasa a ser un valor primordial. Por el contrario, en las poblaciones chilenas lo que se impone es un monólogo estructural sobre el recurso hídrico, en un proceso cuya característica es más bien el aprisionamiento de las aguas a través de diques, pozos y otros mecanismos de contención.


Sabemos que en Chile el modelo de gestión del agua está centrado en criterios cuya consecuencia directa es la concentración de la propiedad y la mercantilización de las aguas. Las condiciones político-económicas que favorecieron esta situación fueron diseñadas durante la dictadura militar, a través de una serie de medidas como la creación del Código de Aguas, en 1981. Una visión extendida del país como pura renta, en cuanto pago (pagus) se condice de las relaciones que se establecen con el paisaje en Chile, país en el cual se aprecia una voluntad cliché de postularse como nación colmada de paisaje, más bien proyecto político de un imaginario nacional del territorio, por lo demás de vocación rentista extractivista.


En este sentido no parece extraño que hoy en día, precisamente en los balnearios costeros, diversas iniciativas arquitectónicas incluyan como requisito de su exclusividad una piscina que, como axioma, a mayor monumentalidad mayor exclusividad. Piscinas de agua salada, otras que se precian entrar en la categoría de lagunas artificiales con aguas cristalinas son testimonio de aquello. Sin embargo, todas las cosas tienen su reverso, y donde ese anverso se nos presentaba como el escenario ideal de lo paradisíaco, al darse vuelta nos muestra su lado siniestro: esa inquietante familiaridad de lo que nos incomoda y no podemos evitar soslayar.



Piscinas abandonadas a un costado del Puente Caucau. Abril, 2019.




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