Me remonto libremente a las célebres trilogías de Esquilo,
que ponían sobre relieve no sólo el destino de un personaje sino el de toda su
estirpe. Esta antigua intuición de la poesía se vuelve a articular en este
libro que sitúa al personaje principal en función de una estrella, la estrella
de los Ceruti, la estrella que tutela un propósito y a veces una visión. Y en
este libro parece que esa estrella se mira a sí misma, que es como decir que la
estirpe de los Ceruti tiene ahora a su disposición un espejo donde reconocerse,
un libro-espejo que podrá a su vez iluminar a las nuevas generaciones.
Por otra parte, este relato biográfico nos presenta a un personaje incansable, que no sólo es lúcido y visionario, que no sólo es ético y desprendido, sino también voluntarioso, capaz de realizar verdaderas proezas de la voluntad, un personaje que por sí mismo provoca en el lector la ilusión de que el género de la biografía se desplaza hacia la épica. La imagen de Carlos Ceruti saltando la garrocha en este mismo Estadio en la mitad de la trayectoria de su vida, acentúa ese carácter heroico, ejemplar, universal.
Se destaca
en este libro la estrategia con que el autor enfrenta la imagen de su abuelo:
esa botella del Cognac español Carlos III, regalada al autor por su abuelo
festejando su nacimiento, cuando ya está vacío se convierte en un mensaje en la
botella, y este libro es ese mensaje. Una botella que idealmente tendrá que
cruzar no sólo este mar de la costa, sino también el otro mar. Un mensaje que
idealmente llegará a las manos del abuelo, un mensaje que idealmente abre y
cierra por completo el proceso de la comunicación entre generaciones. Y en ese
abrir y cerrar se reconstruye minuciosamente la vida de un hombre, un hijo, un
padre, un abuelo, y un visionario, un emprendedor, un ingeniero. Pero esta vez
para quedarse.
Estos son
aspectos del libro que tienden a conformar una eternidad. Sin embargo, mi amigo
Carlos Ceruti Lagos ha contemplado también la historia. Ese fenómeno que en la
literatura usualmente aparece como un recurso de contexto, aquí irrumpe con su
naturaleza transformadora. Los grandes sucesos históricos ya sea de Europa, de
América y de Chile son aquí determinantes, lo mismo que sucesos naturales como
son cataclismos y tormentas. Estos sucesos transformadores van situando a los
personajes en sus distintos casilleros. Lo interesante es que los personajes no
están desprovistos de recursos ante estos hechos. Por eso, la imagen de Carlos
Ceruti Gardeazábal destaca: no hay en él jamás una condición ancilar ni ante el
destino ni ante la historia. Nuestra percepción, en consonancia con nuestra
cultura, nos lleva a ver en él a un optimista incorregible. Pero si nos
remontáramos en el tiempo, observaríamos cómo este héroe del optimismo
incorregible se transfigura en el héroe trágico, aquel que no acepta
simplemente la determinación del destino… Ceruti Gardeazábal no acepta
simplemente ceder la voluntad de sus convicciones ante el peso de la historia y
por ello paga un precio, y queda, como se dice, solo. Y queda para nosotros esa
sensación de injusticia, de que la sociedad le queda en deuda. Son
significativas en este sentido las palabras de Raúl Zurita, citadas como
epígrafe en uno de los capítulos: “Lo que pasa es que hicimos una huelga que
duró ocho meses, contra el paternalismo, y resulta que claro, ganamos,
lamentablemente.” Y ese “lamentablemente” sigue resonando en uno como una
letanía que no se silencia con nada. Quiero pensar que este libro, que este
acto, esta convocatoria buscan cancelar esa deuda, acallar esa letanía… Tal vez
sea ese el mensaje en la botella que el nieto ha lanzado al mar.
Sergio Madrid Sielfeld
No hay comentarios.:
Publicar un comentario